viernes, 26 de septiembre de 2025

Palestina resiste: contra la invasión, el genocidio y la complicidad internacional

 

Edgardo Pablo Bergna 

Maximiliano Cladakis

La invasión de Israel sobre Palestina no puede esconderse bajo eufemismos diplomáticos ni con el lenguaje vacío de la neutralidad. No es un “conflicto” ni una “disputa territorial”. Es la violencia sistemática de opresores sobre oprimidos. Es el intento de control permanente del Estado de Israel sobre Franja de Gaza y de arrancar de raíz una cultura, una historia y una identidad.

¿Es un genocidio? Sí. Lo es cuando se bombardean hospitales, cuando se asesinan niños y mujeres, cuando se arrasa con barrios enteros para dejar tierra arrasada. Lo es cuando el objetivo no es defenderse sino aniquilar. Nombrarlo de otro modo es ser cómplice.

Detrás de esta maquinaria asesina late un engranaje poderoso: el negocio de las armas. Cada misil lanzado sobre Gaza es también una factura pagada a la industria militar, el verdadero motor de esta guerra. Mientras las madres mueren llorando a sus hijas e hijos muertos, las corporaciones festejan ingresos millonarios. El capitalismo se alimenta de la sangre de los oprimidos del Mundo. Es Muerte, sin literatura ni metáfora.

¿Y la ONU? Entre declaraciones tibias, llamados al “cese del fuego” y condenas que nunca se traducen en hechos, el organismo se muestra impotente, reducido a la sombra de lo que alguna vez prometió ser. Los vetos de las potencias, la hipocresía de los gobiernos y la indiferencia ante la masacre transforman a la ONU en un cómplice pasivo de la barbarie.

En la Argentina, la vergüenza tiene nombre y apellido: el presidente que se arrodilla frente al poder internacional, que aplaude la narrativa oficial de Israel, que ignora deliberadamente el sufrimiento de los palestinos y que convierte la política exterior en un acto de servilismo. Esa complicidad no nos representa: avergüenza la memoria histórica de un “pueblo” que realizó el concepto de Memoria, Verdad y Justicia.

Hegel, cuando pensaba la historia, la describía como una “mesa de carnicero”: un escenario donde la razón se abre paso entre la sangre y los cuerpos sacrificados. Pero allí, en Palestina, esa razón se vuelve cinismo: la mesa de carnicero ya no promete un futuro de libertad, sólo repite la masacre a favor del poder real.

Marx, que supo ver en cada guerra y en cada opresión la lógica del capital, nos recuerda que la emancipación de los pueblos no se alcanza con palabras, sino con lucha organizada. La opresión no es un accidente de la historia: es la forma en que el capitalismo sostiene su poder. Y la resistencia palestina es parte de la resistencia universal contra ese sistema de muerte.

Y Sartre, por su parte, establece que la libertad siempre implica compromiso. Para él fue Argelia invadida por Francia y estamos seguros de que lado estaría hoy. No basta con observar, ni con indignarse desde la comodidad de la distancia: hay que tomar partido. Y hoy, tomar partido significa estar con Palestina, denunciar el genocidio, enfrentar la complicidad de los poderosos y asumir la responsabilidad de la acción.

Desde Caos y tiempo afirmamos con claridad: no hay neutralidad posible somos objetivos pero no imparciales. O se está del lado de Palestina o se está del lado del genocidio. Y del mismo modo, o se denuncia el negocio de las armas, la complicidad de los organismos internacionales y la vergüenza de nuestros gobernantes, o se acepta en silencio la barbarie.

Hoy, más que nunca: Palestina resiste. Y resistir con Palestina es resistir contra el genocidio, contra el imperialismo y contra la cobardía de los que callan.




  • Nota necesaria: Desde Caos y tiempo elegimos esperar antes de publicar estas palabras. No por indiferencia, sino porque en medio del estruendo de bombas y comunicados vacíos, la reflexión exige su tiempo. No queremos repetir titulares ni disfrazar la masacre con un lenguaje neutro. El búho de Minerva alza el vuelo al anochecer y preferimos nombrar lo que ocurre con claridad y con compromiso. La demora, entonces, no fue “callarse”: fue el gesto de preparar una voz firme, sin medias tintas, porque de este lado de la historia no se especula, se elige

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