jueves, 16 de octubre de 2025

Entre Braden y Perón, entre Bessen y la Patria

 

Maximiliano Basilio Cladakis 


La historia no se repite, pero a veces las letras vuelven. Enfrentadas, una B y una P trazan el contorno simbólico de una disputa que atraviesa más de medio siglo de historia argentina.

B de Braden y de Bessen; P de Perón y de Patria.

Desde hace tiempo intentamos comprender la naturaleza de este gobierno. Se lo ha llamado libertario, neoliberal, fascista, neocolonial, dictadura civil. Cada término apunta a un aspecto del fenómeno y son todos válidos ya que lo que enfrentamos no es solo una orientación económica, sino un proceso de desintegración institucional y social deliberadamente planificado. La democracia se desdibuja, las instituciones pierden su función representativa, el Parlamento es atropellado, el Poder Judicial opera como brazo ejecutor del poder económico. En nombre de una supuesta libertad, se consolida un régimen de represión y miseria planificadas. Se criminaliza la protesta, se persigue a los trabajadores, se degrada la educación y la salud públicas, mientras se celebra la especulación financiera como único horizonte posible.

El colonialismo, lejos de haberse disuelto, retorna con nuevos disfraces y viejos métodos. Ya no necesita siempre de golpes militares, pero tampoco los descarta. Los tanques pueden volver si la obediencia no alcanza. El disciplinamiento puede tomar la forma del ajuste o de la bala. El resultado es el mismo. Detrás de la retórica libertaria, se oculta la restauración del viejo orden oligárquico y dependiente, sostenido por la violencia estructural y la complicidad internacional.

Las decisiones fundamentales —económicas, energéticas, geopolíticas— no surgen de la voluntad popular, sino de intereses externos. Y cuando el poder político deja de representar al pueblo para representar a las corporaciones extranjeras, el país se convierte en una colonia.

La historia argentina conoce este dilema. Ya en 1946 se enfrentaron dos caminos: Braden o Perón. Hoy, con otros nombres y otras estrategias, la disyuntiva se repite: Bessen o Patria.

La B encarna nuevamente la injerencia extranjera, el poder económico que impone sus condiciones, el discurso de la subordinación presentado como modernización. La P, en cambio, representa la voluntad de afirmación nacional, la idea de que la soberanía no se negocia y que el pueblo es el sujeto de la historia.

Estamos, otra vez, ante una elección que excede la política partidaria. Se trata de decidir si aceptamos la entrega o si reafirmamos nuestra independencia; si convalidamos la barbarie del mercado o si reconstruimos la patria como comunidad de sentido y justicia.

Porque lo que está en juego no es solo un gobierno. Se trata de la continuidad histórica de un proyecto nacional frente a la ofensiva colonial.

Y como en aquel viejo dilema, la elección vuelve a ser la misma:
entre la B y la P.

Entre Braden y Perón.

Entre Bessen y la Patria.



miércoles, 15 de octubre de 2025

Esa estación

 

Maximiliano Basilio Cladakis


Existe una estación de trenes que es una y múltiple. Puede estar en cualquier parte. Pero siempre es la misma. Y siempre se encuentra en el conurbano bonaerense.

Allí se besaron por primera vez dos adolescentes. También, en ella, murió un obrero al trastabillar en el andén temiendo llegar tarde a la fábrica. Sus rieles inspiraron canciones de una mítica banda de heavy metal nacida en los barrios bajos del Sur del mundo. Un grupo de jóvenes solía reunirse en sus márgenes los fines de semana a tomar vino en cajita como única distracción en una vida sin perspectiva de futuro.

Esa estación fue testigo de alegrías y de tristezas, de peleas entre bandas rivales, de encuentros y de despedidas que marcaron un antes y un después en las vidas de sus protagonistas. Lo fue, pero también lo es y lo será. Marcos aguardó el tren durante veinte años, cada día, para ir al trabajo. Mariela espera nerviosa a Giselle para declararle su amor, jugándose el todo por el todo y decidida a dejar atrás el que dirán. Lucas padecerá lo peor de una resaca tras volver de un recital de una banda que todavía no existe.

La mayoría de los bonaerense conocen esa estación aunque la llamen con distintos nombres y la ubiquen en diferentes barrios. Es una presencia constante de sus recuerdos, de sus ansiedades y de sus anhelos. En ella conviven el tedio, la magia, el horror y la desesperación.

Es un lugar encantado. A veces, mágico; a veces, maldito; a veces, solamente interminable. Es, al mismo tiempo, un mito y una realidad.




martes, 14 de octubre de 2025

Desdoblamiento


Astrid Soledad Rosato 


Irene se agarró de los tobillos, se encontraba agachada hacía un tiempo, en posición fetal. Como un huevo gigante o una piedra imperfecta. Tanto era el tiempo en que estaba en esa posición que comenzó a sentir como sus manos se fundían en su propia piel. De a poco, perdía la sensibilidad Para cualquier otra persona, era anti natural e incómodo estar más de unos minutos en ese estado: ni sentada ni parada, en posición de huevo gigante. No para ella, que tenía un objetivo claro.

La piel se volvía una manta gigante, elástica que cubría su cuerpo, empezó a olvidar lo que era caminar, saltar, incluso respirar. Sus huesos crujieron, estallando. Todo su cuerpo desnudo se transformó en una masa gelatinosa, repugnante, de grasa, pelos y dientes dispersos. Esa escena le hubiera dado mucho asco y repulsión, si ella hubiese sido la espectadora. Sin embargo hoy no había lugar para dudas o sentimientos. Había un objetivo claro, ella lo sabía. No importaba el costo. Lo último que escuchó, a lo lejos, antes de desintegrar sus pocas partes todavía humanas, fue el sonido de un tren alejándose. Había elegido el lugar con intenciones claras, debía ser ese sitio en particular y no otro.

Su cuerpo gelatinoso comenzó a transformarse en liquido, parecía pintura naranja. Derretido y sin humanidad , se deslizó hasta las vías del tren, donde en el medio, justo en el medio, se abrió un espacio. Un agujero del tamaño de una moneda, por allí se escurrió para siempre, cayendo en una oscuridad de la cual nadie debería nunca hablar. Pero, por supuesto, había un objetivo. Un claro objetivo

Antes de terminar de cerrarse el minúsculo agujero, por encima, pasó el último tren con destino a José León Suarez. Una joven se encontraba sentada con un bebe en su regazo. El infante miró confundido por la ventana.

“Que extraño sueño” pensó “Dos siglos en el infierno”. Y observó sus manos, que hasta hacía un rato eran las de un adulto encerrado en una jaula de la cual nadie nunca debería saber ni hablar.

lunes, 13 de octubre de 2025

Peter Ustinov, la mejor versión de Milei


Edgardo Pablo Bergna


                                                                           I

 
     El presidente Javier Milei en el Movistar Arena: un carismático-político bufón, celebrando con ornamentos de espectáculo corporativo, mientras la realidad económica y social del país se desgarra. La política convertida en entretenimiento privado para iniciados: fascismo en versión streaming y mercadeo. Milei interpreta la crisis en clave de espectáculo para fanatizados, donde él ya no es un actor político, sino parte del decorado. Exhibicionismo privado. Obsceno. Hybris.

     Sábado a la tarde. Prólogo de una noche entregada al hedonismo báquico y, como es costumbre, la decisión cedida a Dédalo. Y también, como es costumbre, Tiche me puso en manos del azar. Así fue que, sentado frente al televisor, se me “asignó” una película. Dédalo, Tiche y yo, azorados: Nerón, Quo Vadis.

     Un hombre canta mientras Roma se quema. Canta como si el fuego fuera parte del decorado, como si la historia ardiera detrás de una pantalla. El espectáculo funciona como vidrio protector: niega la realidad. La miseria, los oprimidos, los vulnerados por lo profano, distorsionan el cuadro. La pantalla vuelve todo juego. Nada nuevo: la novela del polaco H. Sienkiewicz es de 1896, y la versión de Mervyn LeRoy de 1955 tampoco es una joya del séptimo arte. Pero ahí está Peter Ustinov. Y me detengo: la novela es ficción, la película también. La pregunta sobre si Nerón incendió Roma sigue abierta. No hay evidencia. Sin embargo, Ustinov interpreta con precisión a otro actor vernáculo y contemporáneo, en un acto de ucronía distópica: Javier Milei en el Movistar Arena. La película se desvaneció, y mi atención quedó cautiva en la figura de Ustinov encarnando, sin saberlo, al presidente argentino.

                                                                     II

     Luces, gritos, fuego simulado, fanáticos y apariencia de videojuego financiero. No hay ágora ni asamblea: hay dinero, patrocinadores y cámaras. El país arde en despidos, hambre, hospitales vaciados, y él canta su apología del mercado como quien dirige un culto privado mientras la Roma argentina se quiebra atónita.
El anarcocapitalismo encontró su forma final: misa electrónica, stand-up reaccionario y espectáculo corporativo financiado por la droguería del tres por ciento.

     Nerón no solo incendia Roma: la convierte en escenario. Dirige una escena teatral con fuego real. Con un giro poético, el incendio para él es tragedia colectiva y estadio estético: lo libra del dolor... hasta que lo devora se suicida.. Milei en el Movistar Arena es la versión paleolibertaria y tecnológica de esa misma figura trágica, pero degradada en farsa.
No hay lira: hay micrófono inalámbrico y pantallas LED. Lo importante no es gobernar, sino performar.

     El Estado deja de ser institución: se convierte en una experiencia sensorial, un pathos. No gobiernan las leyes —son vetadas—, gobiernan las emociones de tribuna. No hay plaza pública porque la plaza es impredecible, peligrosa; por eso el protocolo, por eso la represión. El estadio y la tribuna, en cambio, garantizan control: entrada, brazalete, masa excitada, juntos, pero no comunidad organizada. Serie. No pueblo.

                                                                  III

  Mientras los hospitales se vacían, mientras los salarios se disuelven y la educación pública se desvanece, Milei irrumpe como estrella de culto, envuelto en luces y convencido de que el espectáculo debe continuar.

     El cine convirtió a Nerón en figura trágica. Hoy, la realidad co
nvierte a Milei en farsa, en influencer al servicio del Imperio. En Roma, el emperador se deleita ante el fuego real. En Buenos Aires, el presidente se deleita siendo topo del Estado, transmitido en vivo. No ocultan la destrucción ni la crueldad: la ritualizan.

     Queda por saberse si, en las próximas elecciones, el espectáculo continuará o pondremos un límite a la ignominia y la crueldad para recuperar la dignidad. Ser dignos es una decisión ética, una praxis. Y se expresa políticamente el domingo 26 de octubre.