martes, 25 de febrero de 2025

Condenados

 Maximiliano Basilio Cladakis


Estamos condenados. Las grandes mayorías lo están. Y la condena se está realizando ahora mismo. Condenados a la miseria, a la violencia, al desamparo, a la represión y a la muerte; el verdugo ejecuta la pena cada día. El régimen del capital exige víctimas: los pobres, las disidencias, los opositores, las clases asalariadas. Cada proyecto de ley y cada política del gobierno de ultraderecha de la coalición LLA-PRO consolida y profundiza la condena. El delito es existir. Y este gobierno es implacable contra ese delito.

A decir verdad, es un gobierno implacable en todos los aspectos. Así es el fascismo. Y dejando los eufemismos de lado: este es un gobierno fascista. Es implacable en la condena. Los salarios de hambre, la destrucción de los sistemas públicos de salud y de educación, los jubilados saqueados y cada miércoles golpeados por la policía, la represión a la protesta social, la constante vejación de derechos; observamos la potencia destructiva del Estado en su esplendor. Por otro lado, es implacable en su finalidad de reconfigurar a la Argentina en tierra de saqueo para el uno por ciento más rico de la población: la entrega de recursos naturales, el esfuerzo monumental para que el capital concentrado incremente aún más su rentabilidad, el aumento exponencial de ganancias y la reducción de pérdidas de las oligarquías nacionales y transnacionales lo manifiestan.

 

Precisamente, esta oposición entre los condenados y los ganadores es el núcleo para comprender la situación de la Argentina. La lucha de clases de la que hablaba Marx y que pronunciaba como aquello que moviliza a la historia nos atraviesa de manera integral en su realidad efectiva. Triunfaron los explotadores y esa es la razón de nuestra condena. El aparato estatal está a su disposición. Porque esto tiene que quedar en claro, nos encontramos con un Estado presente, mucho más que en décadas anteriores. No hay ausencia del Estado, hay un Estado que no vela por la ciudadanía sino que lo hace por el capital, ya sin tapujos, y lo vela contra nosotros. Somos el enemigo.

El escándalo del criptogate y el discurso del Presidente de la Nación en la cumbre conservadora celebrada en Estados Unidos deben ser leídos de manera conjunta bajo la clave de lo que estamos diciendo. Ambos hechos se articulan en una misma dirección. Es la derecha sin superyó. La estafa digital se hace pública porque se puede, porque no es necesario ocultar el hecho. Se nos revela que todo el sistema es una estafa. Era Engels quien decía que el comercio es una estafa legal. El Presidente está de acuerdo, se trata de un casino. Sin embargo, él habla y gobierna para los dueños del casino, ni siquiera para los apostadores. En su discurso en Estados Unidos, por otro lado, retomó su sentencia de que la justicia social es una aberración moral. Es el rico el héroe, el sujeto de la historia, el pobre es alguien que, con sus reclamos, molesta y entorpece, es alguien que no debe ser tenido en cuenta. Sus necesidades no significan nada porque la necesidad no engendra derechos.

La verdad de la derecha se expresa en la ultraderecha. Este es, por tanto, un momento de revelación. El velo se ha corrido. Todo está a la vista.

Resta, entonces, retomar el otro lado de esa verdad, la de los condenados y, a partir de ahí, militar, pensar, comprometernos. La condena se está ejecutando y el daño está hecho. Así y todo, estamos obligados a comprometernos para transformar el estado de cosas.

 

El dolor de millones nos lo exigen.


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