La condena a Cristina Fernández de Kirchner a seis años de prisión e inhabilitación para el ejercicio de funciones públicas realizada por la Cámara de Casación nos sitúa nuevamente en el ámbito de la Lawfahre. Sin evidencias ni testigos que vinculen a la Ex Presidenta y Ex Vicepresidenta a la denominada causa de viabilidad, el falló expone el modo en que el Poder Judicial, en alianza con los poderes mediáticos, opera como dispositivo de coerción y de disciplinamiento de la derecha política y económica. Con esta condena, la Justicia se consolida como un arma de guerra contra los dirigentes y militantes del campo nacional-popular transgrediendo las normas, los protocolos y la razonabilidad que deben regir a uno de los tres poderes constitucionales de la Nación.
Como viene señalando la
propia Cristina se trata, en verdad, de un Partido Judicial. Ese poder que, en
la letra, debe ser independiente de las disputas políticas que se dirimen en
nuestras sociedades y que, fundamentadas en la imparcialidad y objetividad,
deben llevar a cabo sus tareas, en la realidad efectiva de la cosa, al decir de
Maquiavelo, se inscribe como parte activa en estos conflictos. El Poder
Judicial se revela como juez y parte en la eliminación de todo proyecto político
que se presente en disonancia contra los poderes reales y facticos del cual él
mismo forma parte.
La condena a Cristina
no tiene ningún fundamento de orden jurídico, pero sí de orden
político-partidario. El fundamento es eliminar al kirchnerismo. En este aspecto, el fallo se corresponde con la campaña publicitaria de
la Candidatura de Patricia Bullrich en las elecciones presidenciales del año pasado donde aparecía un penal con
el nombre de la Ex Presidenta, con el deseo morboso (fueron estas sus propias
palabras) del actual Presidente de enterrar a Cristina en un ataúd y poner él
mismo el último clavo y, también, con el atentado realizado hace poco más de
dos años donde le gatillaron dos veces en la cabeza.
El objetivo es eliminar a Cristina, sea de manera simbólica, política o directamente asesinándola. Eso nos demuestra dos cosas: por un lado que el Poder Judicial no es imparcial ni objetivo sino que se encuentra sumamente involucrado en la política partidaria y que lo hace desde una posición profundamente antidemocrática, que el país que intentan instituir es donde primen los privilegios de unos pocos ante el derecho de las mayorías. Esto último no es una invención de quien escribe sino que partimos de lo que el Ministro de la Corte Suprema Carlos Rosenkrantz dijo en el año 2022 en un foro en Chile acerca de que es falso que la necesidad engendre derechos, que no hay recursos para satisfacer las necesidades de todos y que esas prerrogativas son expresión de un populismo que el propio ministro rechaza.
Por otra
parte, queda evidenciado que Cristina Fernández de Kirchner es el símbolo
máximo de la oposición. Su figura es la que parte las aguas en torno a los
proyectos de país que se encuentran en conflicto y la que encarna todo aquello
que, desde un sistema oligárquico y excluyente, se debe aniquilar y que, quienes
conformamos el campo contrario, es decir, el campo nacional-popular, defendemos
y deseamos: una Patria Justa, Libre y Soberana.
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