Edgardo Pablo Bergna
El presidente Javier Milei, con sus
insultos y torpezas, ofrece un espectáculo digno de un bufón. Esto sería apenas
risible si no sirviera para desviar la mirada y encubrir los daños que producen
sus políticas, orientadas a poner al Estado al servicio de un pequeño grupo de crematofilos.
Según Federico Sturzenegger, Ministro de Desregulación y Transformación del
Estado, su “plan de ajuste y desregulación” llegó incluso a provocar —en
palabras suyas— “gemidos sexuales” en el presidente.
En su papel de bufón medieval, Milei despliega
su pericia en divertir a la realeza —encarnada en el Presidente de los Estados
Unidos—, profundizando la entrega de la Argentina a los intereses del país del
norte, que virtualmente nos gobierna. Las políticas económicas, las recetas del
FMI, la entrega de nuestros recursos y la alineación diplomática no son
improvisaciones: constituyen un plan sistemático de subordinación.
Las próximas elecciones no serán sólo una
disputa contra la ineptitud de un gobierno que nos desprecia. Serán, sobre
todo, una confrontación con la potencia imperial que impone la agenda y define
los límites de nuestra soberanía. Washington no vota en nuestras urnas, pero
decide en nuestros ministerios.
Marx señaló que “la historia de todas las
sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases”. Esa lucha
también se libra entre naciones. Hay gobiernos que defienden la independencia
económica y la soberanía política para alcanzar justicia social y dignidad,
mientras otros, como el de Milei, vociferan que “la justicia social es una
aberración” y nos condenan a la humillación de entregarnos sin resistencia al
opresor.
La tarea de la oposición debe ser clara:
enfrentar no sólo a la pieza, sino también a la mano que la mueve; no sólo al
bufón, sino también a su rey. Ayer fue Braden o Perón; hoy es el “pueblo” o el
rey y su bufón. Quien debería representarnos, nuestro gobierno, nos entrega al
enemigo. La escena se muestra nítida, impúdica en su obscenidad, sin matices ni
grises: o se milita en el campo Nacional y Popular, o se camina hacia Antenora,
como presagia Dante.

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