Maximiliano Basilio Cladakis
Nuestra historia está
atravesada por el Mal. El genocidio perpetrado por la Dictadura Cívico-Militar
es una de sus expresiones más terribles. Lo demoniaco, lo inhumano (que sólo
puede emerger de lo humano), lo que excede toda conceptualización se encuentra
inscripto con sangre en él. Y, entonces, aparece un número: 30000, el número
del Horror, de la posibilidad de lo imposible, de lo impensable, aquello que
derriba todo optimismo y toda ingenuidad a la hora de intentar comprendernos.
El número que se niega para que el genocidio continúe perpetuándose.
El Mal se
apoderó de nuestro pasado, y , por tanto, continúa haciéndolo sobre nuestro
presente y sobre nuestro futuro. Porque el pasado nunca es totalmente pasado.
Su sombra se yergue sobre nosotros y sobre las próximas generaciones. El tiempo
se anuda, converge en un plexo de múltiples posibilidades. Nada está cerrado,
nada se encuentra redimido. Nuestro presente lo confirma. Un gobierno que niega
el Horror, que niega el número, y que defiende a sus perpetradores (lo que significa defender
secuestros, torturas, violaciones, robos de bebés), emplea con cinismo macabro
la palabra “Libertad”. No se trata de un
extravío, ni de un delirio que movilizaría a la burla: es la perversión. Se
trata del Mal obrando con absoluta impunidad y goce.
Y de ese Mal somos
responsables. Luchamos contra él o somos cómplices. No hay alternativas ni
excusas. Existimos en una historia que nos hace y a la que hacemos. Como señala
el filósofo francés Paul Ricoeur, el hombre que asume su libertad y su
responsabilidad descubre que el Mal está ahí, que siempre lo estuvo. Callar,
por tanto, nos vuelve cómplices. No somos inocentes. Estamos exigidos a
recordar; y recordar es conmemorar, y conmemorar es visibilizar.
Y lo que se visibiliza es la trama histórica en su totalidad. Las luchas por el presente se articulan con las luchas por el pasado y por el futuro. Nuestra libertad y nuestra responsabilidad se realizan en un horizonte histórico donde las víctimas continúan reclamando justicia y donde los genocidas encarnan en nuevas voces y nuevos cuerpos para continuar vejándolas. La maldición retorna y el pasado se vuelve disputa sobre el presente y el porvenir. La Memoria es una lucha que trasciende los tiempos y que en pos de la Verdad y de la Justicia nos sumerge en el compromiso y en la acción, que nos involucra en una disputa que nos obliga a tomar una posición.
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Es muy importante el aporte que hace este articulo, dispara e inaugura un debate insoslayable: el Mal como "tenacidad" no cómo una simple carencia. Maxi aporta, en su escrito, el pensamiento de Paul Ricoeur, "el hombre que asume su libertad y su responsabilidad descubre que el Mal está ahí, que siempre lo estuvo" establece.
ResponderEliminarEn unas cartas entre Freud y Enstein, el físico se preguntaba respecto del odio y la destrucción que se despliega en las guerras de esta manera:
"Solo hay una respuesta posible: que el ser humano lleve en su seno una atracción lujuriosa por el odio y la destrucción. En tiempos normales, esta pasión existe en estado latente. Solo emerge en circunstancias inusuales, pero invocarla y elevarla al poder de una psicosis colectiva parece una tarea relativamente fácil».
A lo que Freud responde:
"Le sorprende lo fácil que resulta infectar a los hombres con la fiebre de la guerra, y supone que el ser humano lleva en sí un instinto activo de odio y destrucción, susceptible a tales estímulos. Estoy totalmente de acuerdo en ese punto"
Podemos debatir sobre las distintas opiniones, pero lo que no debemos, es perder de vista la pregunta que hay que hacer sobre las causas que conducen a hechos como el que nos toca conmemorar ¿Porqué el mal? ¿Porqué el odio? Con todo nos queda una certeza: son 30.000
Edgardo Pablo Bergna