miércoles, 19 de noviembre de 2025

Cartas que arden: de Johannes y Cordelia a Sartre y Beauvoir

 

    Edgardo Pablo Bergna

     Diario de un seductor es una novela filosófica escrita por Soren Kierkegaard donde el autor reflexiona sobre el “estadio estético” a partir de un diario personal donde Johanne relata la conquista de Cordelia. S. Kierkegaard pertenece al S XIX, y se lo considera padre del existencialismo.

     Los amantes del café de Flore es una película  de la televisión francesa, dirigida por Llan Duran Cohen y magistralmente actuada por Anna Mouglalis  y Lorant Deutsch en el papel de Beauvoir y Sartre, respectivamente. Simón de Beauvoir y J.P. Sartre son reconocidos representantes del existencialismo del S XX La relación que mantuvieron Beauvoir y Sartre puede leerse en Memorias de una joven formal y Cartas al Castor respectivamente.

    Lo que sigue es una interpretación de dos ficciones.

    Las cartas de amor son siempre un campo de batalla. No entre amantes, sino entre dos modos de existir. Kierkegaard lo sabía cuando escribió El diario de un seductor: Johannes no escribe para amar, sino para construir un personaje. Sus cartas a Cordelia son un teatro de la pasión, una trampa donde el lenguaje sustituye al cuerpo y la promesa reemplaza al acto. Johannes no busca un vínculo, ni sale del “estadio estético”, busca una escena; tampoco busca un otro, busca su alter ego.

    Más de un siglo después, Sartre y Beauvoir también hacen del intercambio epistolar una forma de existencia, pero invertida. Se quitan las máscaras, se desvelan, se desnudan. No buscan poseerse, ambicionan y demandan libertad espantan la hipocresía, amplían el campo de lo posible resistendo, construyendo autonomía para sí y para el otro. Es una apuesta profundamente ético-política.

     Con todo, las cartas de amor son literatura, tomos de una novela donde la ficción  anula una realidad, ¿y crea otra?. Johannes,  es un prestidigitador, un jugador; Sartre y Beauvoir la revelación, el compromiso. y todos envueltos en la misma contradicción: el amor, cuando se va escribiendo, va osificando su propia  existencia, que es anterior a su esencia. La letra fija la existencia pero no puede con la pasión y su  dinámica de revelación y rebelión.

    El amor kierkegaardiano habita la modernidad donde un sujeto centrado en sí mismo se agota en su campo estético. En este sentido, el “otro” se reduce al reflejo del “uno mismo”, ya sea como “soy yo mismo” —ipse— o como “objeto propio”. Por el contrario, para Sartre y Beauvoir, el amor concierne al ámbito donde el sujeto es descentrado e intenta vincularse en medio del derrumbe de dogmas y certezas. Se trata de una relación compleja, en la que la subjetividad se enfrenta al desafío de objetivar al otro sin perder su autonomía ni su libertad.

     Quizás la diferencia más profunda no sea ético-moral sino histórica. Johannes seduce para escapar del aburrimiento y los credos del siglo; Sartre y Beauvoir escriben para no rendirse a la hipocresía del siglo. Johannes destruye a Cordelia en su ficción; Beauvoir convierte el amor en pensamiento. Ambos, sin embargo, confirman que la correspondencia amorosa sigue siendo experimental pero se ajustan al espíritu de su época.

    Y si hoy ya no escribimos cartas, tal vez sea porque hemos perdido el tiempo lento del pensamiento y la pasión. Johannes, Sartre, Beauvoir: tres nombres, tres modos de amar vinculados por la escritura en una tensión constante. Entre ellos se revela la trayectoria de la subjetividad moderna hacia la subjetividad contemporánea: ¿de la seducción estética a una ética de la libertad? Entre el juego y el compromiso, entre la máscara y la verdad, el amor sigue siendo una llaga que siempre arde.

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