Maximiliano Basilio Cladakis
Filosofía y negatividadLa filosofía
acontece donde surge la pregunta. Cabe aclarar que no se trata de
cualquier pregunta sino de aquella que conmueve el cielo, la tierra,
el mundo y la historia. La filosofía no es un saber acabado ni mucho
menos un sistema cerrado de ideas. No es un dogma ni una doctrina.
Por el contrario, es aquello que introduce lo negativo en un mundo
que se nos presenta como evidente de suyo. Lo dado se resquebraja
frente a una pregunta que no se limita a ser la subordinación a una
respuesta. Frente a la caída en el vacío de certezas sin
fundamentos, de un sentido común que limita y constriñe la
existencia, lo negativo nos abre a la posibilidad de una comprensión
más profunda, más auténtica del ser, del bien, de la belleza y de
la verdad..
En este
punto, la filosofía es profundamente subversiva y trastocadora del
orden establecido. Ella nos instituye en el sendero de la
emancipación.
Una relación con el mundo
La figura de
Sócrates expresa de modo inaugural el sentido disruptivo de la
filosofía. Y, también su sentido relacional. El filósofo ateniense
realizaba la filosofía en diálogo con sus conciudadanos,
preguntando sobre el sentido de la existencia, poniendo en cuestión
los discursos dominantes y repetidos de manera irreflexiva por los
hombres de su tiempo. Y, también, cuestionándose a sí mismo.
Porque la pregunta resquebraja las certezas del sí mismo, abriéndonos hacia una nueva dimensión existencial.
La vida de
Sócrates se contrapone con las representaciones de la filosofía
como un saber abstracto que sólo involucra a una minoría reunida en
sectas. Por el contrario, la filosofía es una relación con los
otros. Se trata de una tarea cotidiana, de un ejercicio permanente.
En modo alguno es un lujo intelectual. Es el pensamiento
desplegándose y haciéndose carne en una existencia común,
compartida.
Tanto la vida como la
muerte del filósofo ateniense ponen de manifiesto que existir en la
filosofía no es un lujo intelectual, sino una forma de existencia
radical: “una vida sin examen no merece ser vivida”. Esta
sentencia condensa el carácter inaugural de Sócrates como paradigma
de la filosofía.
La condición humana es el suelo de la filosofía
El suelo de la filosofía
no es otra cosa que la condición humana. Pensamos desde ella, desde
nuestra experiencia concreta del mundo y del cosmos. Esta no es un
obstáculo para el pensar, sino su comienzo mismo. La filosofía
emerge desde la experiencia concreta de la finitud, del deseo, del
sufrimiento y de la esperanza.
La filosofía es una tarea humanista
Ahora bien,
cuando surge la pregunta desde el ser humano, nos percatamos de que
el ser humano aún no es plenamente, en tanto nos encontramos con la
cosificación. Marx lo expresó con claridad en los Manuscritos
económico-filosóficos de 1844: bajo las
condiciones del trabajo alienado, el hombre se experimenta a sí
mismo como objeto y no como sujeto libre. Esta constatación exige
una perspectiva crítica, un movimiento negativo hacia el estado de
cosas que impide que el ser humano llegue a ser en toda su dignidad.
La filosofía,
entendida como tarea humanista, no puede, por tanto, reducirse a la
contemplación: está llamada a comprometerse con la dignidad, la
libertad y la realización del ser humano. Se trata, entonces, de
pensar desde la historia, desde la condición humana y desde la
crítica de todo aquello que impide que el hombre llegue a ser. La
pregunta filosófica, en este sentido, es inseparable de la praxis
transformadora que anima a la tradición crítica, desde Sócrates
hasta nuestros días.
Un ejemplo
paradigmático de esta exigencia transformadora lo encontramos en la
alegoría de la caverna de
Platón. El esclavo liberado que accede a la luz del
sol no puede permanecer en el goce contemplativo de la verdad, sino
que lleva consigo la responsabilidad de regresar a la caverna para
liberar a los otros. Esa tarea implica riesgos: el rechazo, la
incomprensión, incluso la hostilidad de quienes aún permanecen
encadenados. Sin embargo, es precisamente en ese retorno donde se
revela el sentido más profundo de la filosofía: no como posesión
individual, sino como acto comprometido de emancipación colectiva.
La filosofía como
conversión existencial y transformación del mundo
La filosofía
no se limita a una actividad intelectual abstracta, sino que implica
una conversión existencial. Estar en la filosofía significa
reorientar la propia vida, asumir la inquietud de la pregunta como
una forma de habitar el mundo de otro modo. Esta dimensión
existencial —que ya estaba en Sócrates y que reaparece con fuerza
en el existencialismo— coloca al ser humano ante la responsabilidad
de decidir, de cuestionar lo dado y de construir un sentido que no
está previamente asegurado.
Sin embargo,
esta conversión no es meramente individual. La filosofía, como conversión existencial, es inseparable de un compromiso por cambiar el estado de cosas que
impide que involucra a la humanidad en sentido integral.