Edgardo Pablo Bergna
I
El presidente Javier Milei en el Movistar Arena: un carismático-político bufón, celebrando con ornamentos de espectáculo corporativo, mientras la realidad económica y social del país se desgarra. La política convertida en entretenimiento privado para iniciados: fascismo en versión streaming y mercadeo. Milei interpreta la crisis en clave de espectáculo para fanatizados, donde él ya no es un actor político, sino parte del decorado. Exhibicionismo privado. Obsceno. Hybris.Sábado a la tarde. Prólogo de una noche entregada al hedonismo báquico y, como es costumbre, la decisión cedida a Dédalo. Y también, como es costumbre, Tiche me puso en manos del azar. Así fue que, sentado frente al televisor, se me “asignó” una película. Dédalo, Tiche y yo, azorados: Nerón, Quo Vadis.
Un hombre canta mientras
Roma se quema. Canta como si el fuego fuera parte del decorado, como si la
historia ardiera detrás de una pantalla. El espectáculo funciona como vidrio
protector: niega la realidad. La miseria, los oprimidos, los vulnerados por lo
profano, distorsionan el cuadro. La pantalla vuelve todo juego. Nada nuevo: la
novela del polaco H. Sienkiewicz es de 1896, y la versión de Mervyn LeRoy de
1955 tampoco es una joya del séptimo arte. Pero ahí está Peter Ustinov. Y me
detengo: la novela es ficción, la película también. La pregunta sobre si Nerón
incendió Roma sigue abierta. No hay evidencia. Sin embargo, Ustinov interpreta
con precisión a otro actor vernáculo y contemporáneo, en un acto de ucronía
distópica: Javier Milei en el Movistar Arena. La película se desvaneció, y mi
atención quedó cautiva en la figura de Ustinov encarnando, sin saberlo, al
presidente argentino.
II
Luces, gritos, fuego
simulado, fanáticos y apariencia de videojuego financiero. No hay ágora ni
asamblea: hay dinero, patrocinadores y cámaras. El país arde en
despidos, hambre, hospitales vaciados, y él canta su apología del mercado como
quien dirige un culto privado mientras la Roma argentina se quiebra atónita.
El anarcocapitalismo encontró su forma final: misa electrónica, stand-up reaccionario y
espectáculo corporativo financiado por la droguería del tres por ciento.
Nerón no solo incendia
Roma: la convierte en escenario. Dirige una escena teatral con fuego real. Con un
giro poético, el incendio para él es tragedia colectiva y estadio estético: lo
libra del dolor... hasta que lo devora se suicida.. Milei en el
Movistar Arena es la versión paleolibertaria y tecnológica de esa misma figura
trágica, pero degradada en farsa.
No hay lira: hay micrófono inalámbrico y pantallas LED. Lo importante no es
gobernar, sino performar.
El Estado deja de ser
institución: se convierte en una experiencia sensorial, un pathos.
No gobiernan las leyes —son vetadas—, gobiernan las emociones de
tribuna. No hay plaza pública porque la plaza es impredecible,
peligrosa; por eso el protocolo, por eso la represión. El estadio y la tribuna,
en cambio, garantizan control: entrada, brazalete, masa excitada, juntos, pero
no comunidad organizada. Serie. No pueblo.
III
Mientras los hospitales se
vacían, mientras los salarios se disuelven y la educación pública se desvanece,
Milei irrumpe como estrella de culto, envuelto en luces y convencido de que el
espectáculo debe continuar.
El cine convirtió a Nerón
en figura trágica. Hoy, la realidad co
nvierte a Milei en farsa, en influencer
al servicio del Imperio. En Roma, el emperador se deleita ante el fuego real.
En Buenos Aires, el presidente se deleita siendo topo del Estado,
transmitido en vivo. No ocultan la destrucción ni la crueldad: la ritualizan.
Queda por saberse si, en las próximas elecciones, el espectáculo continuará o pondremos un límite a la ignominia y la crueldad para recuperar la dignidad. Ser dignos es una decisión ética, una praxis. Y se expresa políticamente el domingo 26 de octubre.
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