Diario
de un seductor es una novela filosófica escrita por
Soren Kierkegaard donde el autor reflexiona sobre el “estadio estético” a partir
de un diario personal donde Johanne relata la conquista de Cordelia. S. Kierkegaard
pertenece al S XIX, y se lo considera padre del existencialismo.
Los
amantes del café de Flore es una película
de la televisión francesa, dirigida por Llan Duran Cohen y
magistralmente actuada por Anna Mouglalis
y Lorant Deutsch en el papel de Beauvoir y Sartre, respectivamente.
Simón de Beauvoir y J.P. Sartre son reconocidos representantes del
existencialismo del S XX La relación que mantuvieron Beauvoir y Sartre puede
leerse en Memorias de una joven formal y Cartas al Castor respectivamente.
Lo que sigue es una interpretación de dos
ficciones.
Las cartas de amor son siempre un campo de
batalla. No entre amantes, sino entre dos modos de existir. Kierkegaard lo
sabía cuando escribió El diario de un
seductor: Johannes no escribe para amar, sino para construir un personaje.
Sus cartas a Cordelia son un teatro de la pasión, una trampa donde el lenguaje
sustituye al cuerpo y la promesa reemplaza al acto. Johannes no busca un
vínculo, ni sale del “estadio estético”, busca una escena; tampoco busca un
otro, busca su alter ego.
Más de un siglo después, Sartre y Beauvoir
también hacen del intercambio epistolar una forma de existencia, pero invertida.
Se quitan las máscaras, se desvelan, se desnudan. No buscan poseerse,
ambicionan y demandan libertad espantan la hipocresía, amplían el campo de lo
posible resistendo, construyendo autonomía para sí y para el otro. Es una
apuesta profundamente ético-política.
Con todo, las cartas de amor son
literatura, tomos de una novela donde la ficción anula una realidad, ¿y crea otra?. Johannes, es un prestidigitador, un jugador; Sartre y
Beauvoir la revelación, el compromiso. y todos envueltos en la misma contradicción:
el amor, cuando se va escribiendo, va osificando su propia existencia, que es anterior a su esencia. La
letra fija la existencia pero no puede con la pasión y su dinámica de revelación y rebelión.
El
amor kierkegaardiano habita la modernidad donde un sujeto centrado en sí mismo se
agota en su campo estético. En este sentido, el “otro” se reduce al reflejo del
“uno mismo”, ya sea como “soy yo mismo” —ipse— o como “objeto propio”. Por el
contrario, para Sartre y Beauvoir, el amor concierne al ámbito donde el sujeto
es descentrado e intenta vincularse en medio del derrumbe de dogmas y certezas.
Se trata de una relación compleja, en la que la subjetividad se enfrenta al
desafío de objetivar al otro sin perder su autonomía ni su libertad.
Quizás la diferencia más profunda
no sea ético-moral sino histórica. Johannes seduce para escapar del
aburrimiento y los credos del siglo; Sartre y Beauvoir escriben para no
rendirse a la hipocresía del siglo. Johannes destruye a Cordelia en su ficción;
Beauvoir convierte el amor en pensamiento. Ambos, sin embargo, confirman que la
correspondencia amorosa sigue siendo experimental pero se ajustan al espíritu
de su época.
Y si hoy ya no escribimos
cartas, tal vez sea porque hemos perdido el tiempo lento del pensamiento y la
pasión. Johannes, Sartre, Beauvoir: tres nombres, tres modos de amar vinculados
por la escritura en una tensión constante. Entre ellos se revela la trayectoria
de la subjetividad moderna hacia la subjetividad contemporánea: ¿de la
seducción estética a una ética de la libertad? Entre el juego y el compromiso,
entre la máscara y la verdad, el amor sigue siendo una llaga que siempre arde.
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