lunes, 6 de mayo de 2024

Una doble tarea

 Maximiliano Basilio Cladakis   


Las fuerzas deshumanizantes del capitalismo se encuentran desatando sus potencias destructivas sobre el mundo. La tierra y la humanidad que la habita son reducidas a meros recursos empleables. Y lo que no posea utilidad es arrojado a la muerte, simbólica, económica o física. Todo se reduce al valor de cambio. No existen más que mercancías. La  dignidad humana y la misma naturaleza son aniquiladas en pos de la maximización de ganancias. Ya en el siglo XIX, Marx advertía sobre el carácter profundamente inhumano del capitalismo. Esto se ha profundizado a niveles que, como señala el filósofo italiano Biffo Berardi, estamos al borde de la extinción.

Nuestro país no es la excepción, como quizá si lo fue unos años atrás. Y, no sólo no es la excepción, sino que parece que nos encontramos viviendo en el núcleo de lo más brutal del capitalismo. El gobierno de coalición LLA-PRO (quien escribe agregaría a la fuerza política que alguna vez fue la UCR) avasalla, en cada una de sus decisiones, la humanidad de la mayor parte de la población. Nos arrebatan derechos a diario, lo que significa que nos arrebatan de manera cotidiana algo de humanidad. Muchos sentimos la sensación de que estamos presas del caos y la demencia. Sin embargo, no es así. Hay racionalidad. Es la racionalidad del (cito de nuevo a Berardi) fascismo financiero. Lo de “anarco-capitalismo” no existe, y tampoco debe mancillarse la palabra “anarquía”, ni “libertario”. Ambos términos forman parte de lo más digno de las tradiciones emancipatorias de los siglos XIX y XX.

La apropiación de términos, la manipulación del lenguaje, las estrategias mediáticas, nos entregan a los altares del capital concentrado. Un régimen inhumano que apela a una teología que llaman “economía” exige sacrificios cada vez mayores a las víctimas de siempre. Aniquilamiento de los derechos laborales, devastación de las jubilaciones, desmantelamiento de los sistemas de educación y salud; todo llevado a cabo en nombre de la “libertad” y de términos esotéricos como “déficit cero”, “reducción del gasto público”, etc.  Esa teología parece insuperable y nos sumerge en un oscurantismo más terrible que el de la Edad Media.

Son épocas de profunda deshumanización. El pesimismo nos embriaga. Y está bien que sea así, puesto que se corre el riesgo de incurrir en una esperanza ingenua que tiene su apoteosis en la frase “hay que darles tiempo” Sin embargo, si el pesimismo nos lleva al nihilismo, nos convertimos en cómplices del régimen. El otro, la historia, las víctimas, nuestra misma  Patria nos interpelan.

Sobre este horizonte de violencia, injusticia y vejación constante, se nos presenta, entonces, una doble tarea. Por un lado, la crítica (intelectual y política)  a la aniquilación de la que estamos siendo testigos. Por otra parte, comprometernos con las víctimas, mirar a ese otro llevado a la desgracia. Humanizar y humanizarnos.  Y que nuestras palabras, acciones y gestos atestigüen que otro mundo es posible. En un ámbito donde la historia parece clausura por las fuerzas inhumanas, se trata de hacer lo imposible para extender el campo de lo posible.

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