Maximiliano Basilio Cladakis
Hace unas semanas,
Cristina Fernández de Kirchner clarificó la situación que se encuentra atravesando
la Argentina. Afirmó que la Ley Bases
es el estatuto legal del coloniaje. Todo se vuelve, entonces, menos confuso,
más inteligible, inscribe al actual proceso de dominación dentro de una
tradición histórica que hemos sufrido a lo largo de los años. Sin lugar a dudas
el fenómeno Milei presenta una serie de aristas novedosas desde el ámbito
cultural: una figura que se presenta como disruptiva, el poder de influencia de
las redes sociales y de los nuevos medios de comunicación, la aceptación por
gran parte de la población de un discurso que explícitamente atenta contra lo
más atávico de la cultura (por ejemplo: sostener que la Justicia Social es una
aberración moral o que el altruismo es algo que se debe rechazar). Sin embargo,
el proyecto político, económico y social del Gobierno de coalición LLA-PRO no expresa novedad alguna.
Se trata, pues, de un
proyecto neocolonial. Como ya señalamos en otros escritos, no nos gobierna ni
la demencia, ni el anarco-capitalismo, ni ninguna otra doctrina esotérica. Al
decir de Eclesiastés: no hay nada
nuevo bajo el sol. La esencia del neocolonialismo (como la del colonialismo) se
fundamenta en la división del mundo entre naciones centrales y naciones
subalternas. Las primeras son el sujeto de la historia; las segundas, el objeto
que debe satisfacer las necesidades de estas; el simple medio para un fin. Es
lo que dice Hegel en la dialéctica del Señor y el Siervo: el Señor es la
substancia absoluta frente a la cual el Siervo encuentra su esencia en la
relación de dependencia. Argentina, bajo el gobierno de LLA-PRO se ha convertido, una vez más, en el siervo de las
denominadas grandes potencias
occidentales.
Si bien parece
anticuado hablar de neocolonialismo en el siglo XXI, continúa siendo una
realidad no superada. La globalización neoliberal no significó, en modo alguno,
la supresión de las lógicas coloniales. Por el contrario, al decir de Raúl
Eugenio Zaffaroni, significó la institución de la fase superior del
colonialismo: la del colonialismo financiero. Lo padecimos en la década de los
noventa, lo volvimos a hacer durante el gobierno de Mauricio Macri y lo estamos
sufriendo en estos momentos. El RIGI es su actual apoteosis. Sin embargo,
también lo son otros puntos de la Ley Bases y del Decreto de Necesidad y
Urgencia que continúa determinando nuestras vidas. Entregar el país, entregar
nuestras tierras, nuestros mares, nuestra naturaleza, ponerlas a disposición de
los poderes foráneos; eso es el neocolonialismo.
Estas decisiones se
justifican a partir de una premisa que lamentablemente, al ser repetida
incontables veces, se ha vuelto una verdad irrefutable del sentido común. “Atraer
inversiones”. Si en otros momentos el sometimiento a las naciones centrales se
realizaba bajo el justificativo de la civilización, de la lucha contra la
barbarie o del poner fin a la subversión, en la fase neoliberal, las
inversiones son el fundamento de la relación de sumisión. Si hacemos todo lo
que el poder económico occidental nos ordena, ellos traerán las divisas (dólares)
que necesitamos. Ese es el discurso. Sin embargo, es lo inverso, no traerán
nada; nosotros le daremos todo.
Esto se complementa, de
manera necesaria, con la alineación explicita a las directivas de las potencias
occidentales en los conflictos internacionales; tales como en el caso de Israel
e Irán, o Rusia y Ucrania. Precisamente, en el momento neoliberal de la
relación neocolonial, se encuentran consubstancializadas la subordinación a las
directivas del poder político y la subordinación a las megacorporaciones del
capitalismo financiero-digital. La declaración de guerra contra países con los
que Argentina no posee conflictos convive con la genuflexión hacia los magnates
de Silicon Valey a quienes les entregaremos el litio que hay en nuestras tierras.
Las imágenes, en grado sumo patéticas, de un Presidente diciéndole con lágrimas
en los ojos a un ex Presidente estadounidense “My President”, como también las del mismo gobernante corriendo
detrás de un empresario de redes sociales para sacarse una foto, como si se
tratara de un pre-adolescente tras la estrella pop de moda, son de muy mal gusto. Sin embargo, ejemplifican con
claridad la relación neocolonial. Es el siervo entregándose voluntariamente y
con admiración a los deseos del señor.
Precisamente, estas
imágenes no son meros hechos individuales. Se trata de un símbolo de sumisión
de nuestro país. Solo somos en virtud del Señor (conglomerado
político-económico de las naciones autodenominadas centrales). El crecimiento exponencial
de la pobreza y de la indigencia, el desfinanciamiento de los sistemas de salud
y de educación, la negativa de alimentar a la población que se encuentra en lo
más extremo de la vulnerabilidad, son piezas claves del colonialismo ya que no
son nuestras necesidades las que importan sino las del Señor.
Para el actual gobierno, no somos patria, solo somos colonia.
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