miércoles, 18 de diciembre de 2024

El regalo

 Maximiliano Basilio Cladakis 


Franco estaba emocionado. Esta vez sería el orgullo de su mujer.  La Nochebuena de ese año significaría su reivindicación. Y no solo frente a Julieta, sino también frente a sus suegros, frente a sus cuñados y frente a sus sobrinos políticos. Él no era un perdedor, podría parecerlo pero no serlo. “Las acciones son las que definen a un hombre” había leído en un texto de Jean Paul Sartre, cuando estudiaba filosofía, antes de decidirse a dejar de perder el tiempo en  estupideces y dedicarse de lleno a la inmobiliaria de su padre.    

“Acciones”, Franco había llevado a la acción lo que ninguno de los “hombres” de su esposa se atreverían a llevar a cabo. Ni siquiera Alejandro, el gerente de la empresa donde ella trabajaba y con quien se acostaba al menos dos veces por semana.

Cuando llegó la medianoche  brindaron, se dieron los regalos, se abrazaron y saludaron. Franco estaba cubierto de sudor y les dijo con una sonrisa nerviosa que les tenía una sorpresa. Con una rapidez sobrehumana, fue hasta su automóvil y regresó casi instantáneamente. Llevaba una caja entre sus manos.

“Les tengo una sorpresa”.

 Julieta le lanzó una mirada de fastidio y enojo. Pensó que una vez más la dejaría en ridículo y que les daría la razón a su madre y a su hermana cuando decían que se había casado con un pelotudo. El resto sonrió esperando una nueva estupidez de Franco.

 Abrió la caja y sacó de ahí la cabeza del niño que solía merodear por el barrio revolviendo bolsas de basuras.

Los rostros de Julieta y de su familia se deformaron en una mueca de horror.

Franco aguardo los aplausos. Todos solían decir  que a ese pibe había que meterlo en cana o matarlo. Él había hecho lo segundo.

Tenía la certeza de que, ahora sí, lo considerarían un hombre de verdad.

 



 

 

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