martes, 22 de abril de 2025

Francisco


Murió Francisco. Y, lo hizo, por gracia de Dios o del Destino, luego de auspiciar la Misa de Resurrección. La muerte y la resurrección esas son las notas fundamentales de la Pascua. Dios muere. Pero no cualquier Dios, sino un Dios encarnado entre los pobres, entre los humildes, entre los oprimidos y exiliados del mundo. Justamente, ellos son el centro del Evangelio. Y ellos fueron, también, el centro del Apostolado de Francisco. En un mundo atravesado por la deshumanización, por la extensión de la miseria planificada, por la realización de la pulsión tanática de los poderosos en un mundo que se desmorona a pedazos, Francisco retomó el legado de Jesús. Humanizó al cristianismo y nos volvió un poco más cristianos a quienes nos declaramos humanistas. Insólitamente, nuevamente por gracia de Dios o del Destino, se volvió un referente para quienes nunca imaginamos que un Papa podría serlo. Y, por eso, fue más que un Papa. Fue la expresión de un mundo más justo, más humano, más cristiano. Porque su humanización del cristianismo, no fue una negación del mensaje del mensaje del Nazareno. Por el contrario, fue un volver al origen. Y si bien, hoy lamentamos su muerte, también tenemos la certeza de que su apostolado no ha cesado. Francisco dejó un legado. Y, en cada acción que realicemos por el otro, por el vulnerado, por el olvidado, por cada vez que digamos “No” a la injusticia propiciada por un sistema profundamente inhumano y anticristiano Francisco estará presente. Esa será su continúa resurrección.


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